Los Estados nacionales surgieron
hacia el fin de la Edad Media europea como una necesidad a raíz de los conflictos y las tensiones que el régimen feudal no
pudo resolver ni impedir. Así como existió en el pasado, quizás pierda sus presentes connotaciones en el futuro. En la actualidad
la Nación es la forma de organización predominante. Más aún, es universal en cuanto no tiene ninguna competencia por parte
de otras modalidades de formación social. La Nación es así una categoría histórica vigente y con perspectivas que no tienen
aún conclusión a la vista. Tiene rango decisivo, y excluyente pues es la más amplia de las organizaciones comunitarias. La
Nación comprende a los pueblos y al espacio geográfico donde están asentados; pero también a su unidad histórica y a las aspiraciones
de toda la comunidad. En suma, la Nación abarca, integra y armoniza en su universalidad a todas las regiones de un país, a
sus clases y grupos sociales, a sus actividades económicas y a sus expresiones espirituales, ideológicas y políticas. La
marcha hacia el mundo uno, busca regionalizar primero. Llamemos Mercosur, Nafta, Pacto Andino, Comunidad Económica Europea,
etc.. Pero el pensamiento mundialista considera agotadas las virtualidades del Estado Nación como forma de organización social
capaz de resolver los problemas del mundo moderno. Veamos el pensamiento de alguno de sus miembros: “...el concepto
de interés y soberanía nacional sólo era viable mientras las naciones estaban suficientemente separadas en el tiempo y el
espacio, conservando el margen de maniobra y la distancia necesarias para mantener sus identidades independientes. Durante
la era clásica, los armamentos, las comunicaciones, la economía y la ideología, tenían esencialmente envergadura nacional.
Esos cuatro factores mencionados tienen ahora, dimensiones globales que escapan al control de lo nacional. Los vínculos supranacionales
prosperan en tanto que las reivindicaciones nacionalistas aunque todavía potentes se están diluyendo. Naturalmente este cambio
se ha acentuado en los países avanzados pero ningún país escapará a sus efectos...” (Brzezínski, Zbigniew* La era tecnotrónica,
Edit. Paidos) “... Para acabar con el concepto superado de Estado Nación debemos llevar a cabo una acción en forma
diversificada. Inventando organismos con objetivos limitados, con responsables elegidos caso por caso. Así llegaremos comiéndolas
pedazo tras pedazo a terminar, con las soberanías nacionales...”. Expresado por el embajador americano en Italia Richard
N. Gardner - Profesor Universidad de Columbia; Miembro del C.F.R.; y redactor de los documentos básicos de la Comisión Trilateral
en 1973. (Extractado ‘La Comisión Trilateral y la coordinación de las políticas del mundo capitalista’ -CIDE,
México, mayo de 1978, p. 448) “...Por otra parte el surgimiento de las compañías multinacionales ofrece una base
práctica para el futuro desarrollo mundial ya que están más interesados en ‘las realidades del servicio comercial e
industrial que en los símbolos de la soberanía’”. “...No existen pruebas de que pueda construirse un
orden internacional efectivo y duradero tomando por centro la unidad política denominada Nación Estado...” “...Nuestras
instituciones y estructuras sociales resultan incluso anacrónicas en relación con las épocas de ambas guerras mundiales como
que sus orígenes pueden ser reconocidos no menos de un siglo atrás, en la era de la diligencia, cuando el ingreso ‘per
cápita’ en los países industrializados apenas llegaba a los 150 dólares. Tal es el caso del concepto de Estado nacional,
o de las filosofías políticas, escuelas económicas e ideológicas -incluidas las del marxismo y el ‘liberalismo económico-
que aún hoy perduran y que nacieron cuando el problema básico de las naciones era el de la pobreza...” (Aurelio Peccei,
Relaciones entre países desarrollados y subdesarrollados y entre Oriente y Occidente - Trabajo presentado a la Mesa Redonda
de Business International realizada en Bermudas,15-17 -12-1966, p. 14. “...Peccei (...) llegó a proponer la limitación
del principio de Estado Nación y ‘la sanción de un estatuto tutelar del comportamiento de las grandes corporaciones...’.
(Peccei, Aurelio ‘La Nación’, 15-3-1984, P. 4) Consideramos el problema de la Nación y del Estado como parte
de la liberación del género humano. Su afianzamiento es un medio para alcanzar ese mundo del futuro que vivió en las viejas
utopías del pasado y cuyos umbrales pisamos hoy. Esta afirmación se corresponde con una densa y dilatada elaboración teórica
del pensamiento sobre el desarrollo. Para una visión panorámica de esa elaboración, se debe partir de la interpretación misma
de la filosofía de la historia y del desarrollo como proceso orgánico del cambio social con sus pertinentes constataciones.
La aparición de los Estados nacionales implica una ruptura revolucionaria con el pasado colonial que opera dinámicamente
y apunta, por su propia virtualidad, hacia la creciente integración de grupos humanos y regiones geográficas. El sentido impreso
al crecimiento económico, impulsado por el estímulo del comercio exterior y concebido hacia fuera, determina a su vez, un
progresivo dualismo social y territorial que opera como condicionante de las tendencias integradoras. La evidencia del
subdesarrollo con su correlato estructural, la dependencia del factor externo, explica la existencia de la desintegración
y ésta, por su parte, impide la consolidación efectiva del Estado nacional.
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