La patria Argentina y el mundo han sido denostados por sus gobernantes, deberán reencontrase con su
honor y sitial perdidos.
El poder de los gobernantes y políticos en nuestra patria y el
universo está agotado, se ha instalado una anomia
en todo el planeta. Necesitamos seres intelectualmente aptos y honestos. El género humano merece otro destino; los que ostentan
autoridad en los últimos años y en la actualidad nos vendieron.
La corrupción e irrespetuosidad a la Constitución Nacional, y la fantasía irónica de su nombre Naciones
Unidas que debería ser fundamento de la libertad, la igualdad y justicia, son solo marionetas de los países centrales y utopía
de las necesidades de las regiones periféricas; la opulencia es la máxima de las "virtudes", la provocación e intemperancia
es el paradigma de estos seres, egoísmo y hedonismo son factores de "honor" para ellos, la mentira en su léxico es una constante,
y las seres gobernados solo tienden a sobrevivir dentro del antro de la seudo dirigencia. Los valores son tan endebles que
caen con la brisa, los principios se comercializan como baratos bienes y las estructuras de poder miran, y emiten documentos;
ya la tolerancia tiene sus límites y sobre ella estamos transitando.
Qué es la Patria; un sabio decía: Primero es la patria ¿es acaso la sangre o el idioma?
No, la sangre determina la vida física, el idioma la intelectual, pero pueden convivir individuos y fa-milias de diversas
razas y lenguas, y constituir juntos una misma patria. ¿Es entonces la forma de gobierno? No, hacerla concebir en esto, es
incurrir en el error del materialismo político. ¿Es acaso el territorio? Tampoco. Este es el asiento, la posición, el dominio
de la Patria, pero no la Patria. Hay naciones que con el empleo de la fuerza agrandan sus territorios, pero se empequeñecen
en el concepto del mundo; y hay otras que, vencidas por fuerzas invasoras, ven reducidos sus dominios, pero por su heroísmo
se agigantan en el aprecio de las naciones. ¿Es acaso la bandera? Tampoco. Esta es la enseña, el símbolo de la Patria, pero
no es la Patria.
La Patria es algo más profundo y más sublime, más propio y más característico, más inviolable
y más imperecedero. Es el acervo moral que se ha acumulado desde los albores de su origen. Es la convivencia compartida
en las mismas modalidades y las mismas costumbres. Es la coexistencia en los mismos recuerdos y en las mismas esperanzas.
Es el culto de las mismas creencias. Todo eso, que configura y define la fisonomía moral de una nación, constituye el alma
de la Patria. Esa alma debe ser conservada y defendida a costa del sacrificio de
la propia vida.
No debemos permitir que el alma de la patria sea desfigurada o cambiada. Tenemos el deber
de defenderla sin recriminaciones ni violencias. Las ideologías y las doctrinas que para imponerse o para subsistir apelan
a la violencia, se desprestigian a sí mismas. Nuestra arma de ataque y defensa debe ser el amor y la verdad.
El segundo es la libertad: la libertad es el don supremo de Dios al hombre después del
de la vida. Tan sagrada es la obligación que pesa sobre todos de respetar la libertad, como la de respetar la vida. El hombre
tiene el mismo derecho a la una que la otra. Sin libertad la vida no vale la pena de ser vivida. Enseña que sin libertad no
puede existir la integridad. No hay perfección sin virtud, ni virtud sin mérito, ni mérito sin responsabilidad, ni responsabilidad
sin libertad.
Cumpliendo con la estrategia internacional fueron apoderándose de las estructuras productivas
y los bienes estratégicos. Pero se encargaron de hacer algo más pernicioso a la humanidad demolieron los principios morales
que deben regir en todo quehacer, fundamentalmente en el Estado y las instituciones tradicionales. Deben explicar cómo nos
deshonraron e hipotecaron el futuro con las deudas externas, pervirtieron a una parte de la juventud; la violencia se encarna
como medio de vida y vence el más fuerte, y no el más correcto.
Miremos cuanta similitud existe en el universo, más de las tres cuartas parte de la hu-manidad
se debaten entre la miseria y la imposibilidad de cambios, la injusticia de los opulentos y la desdicha de los anémicos. También
sabemos que los tiempos van a cambiar sin poder dete-nerlos, pero debemos buscar a sabios y valientes; serán necesarios grandes
rectores para que pueda triunfar la verdad y la justicia.
Estas son las gracias que requiere el gobernante. Amor a su pueblo, sabiduría de hombre
de Estado, patriotismo, respeto, honor, lealtad, honradez, veracidad, valor, sacrificio, abnegación, coherencia de vida.
Fray Mamerto Esquiú, "el orador de la Constitución", decía su sermón: "¡Argentinos! Es
por esto, que al encontrarnos en la solemne situación de un pueblo que se incorpora, que se pone de pie, para entrar dignamente
en el gran cuadro de las naciones, la Religión os felicita y como ministro suyo os vengo a saludar en el día más grande y
célebre con el doble grandor de lo pasado y de lo presente, en el día en que se reúne la majestad del tiempo con el halago
de las esperanzas (...)"
"¡Que la Patria reclame sus propiedades usurpadas, que levante del polvo su sien augusta,
que posea su gobierno, sus leyes, su nacionalidad; esto es santo, esto es sublime. Y la independencia y la libertad de un
conquistador que oprimiera estos eternos e incuestionables derechos, son justas; la Religión las ha proclamado, las ha ungido
con el óleo sagrado de su palabra, y ha entonado himnos después de los triunfos de la Patria!" "¡Que el individuo, el ciudadano
no sea absorbido por la sociedad, que ante ella se presente vestido de su dignidad y derechos personales; que estos queden
libres de la sumisión a cualquier autoridad!".
Continuaba diciendo: "La vida y conservación del pueblo argentino dependen de que su
Constitución sea fija; que no ceda al empuje de los hombres".. "Obedeced, señores, sin sumisión no hay ley, sin leyes no han
patria, no hay verdadera libertad: existen sólo pasiones, desorden, anarquía, disolución, guerra y males de que Dios libre
eternamente a la República Argentina (...)"
En los momentos aciagos que han de llegar, cuando la convulsión asome, no debemos permitir
que el odio, la venganza, el resentimiento, sean la guía de la humanidad. Sabemos que so-ñamos algo casi imposible, pero Dios
fuente de toda razón y justicia ayudará.
Jaime Balmes decía: "El entendimiento sometido a la verdad, la voluntad sometida a la moral, las pasiones
sometidas al entendimiento y a la voluntad, y todo ilustrado, dirigido, elevado por la religión; he aquí el hombre completo,
el hombre por excelencia".