Y dijo Dios: Haya luz, y hubo luz, y Dios creó la vida en la tierra y dio al hombre el dominio
sobre todas las cosas de la tierra, y el poder para elegir entre el bien y el mal, pero ignorando la grandeza de la Ley
del Creador, quiso cada uno seguir su voluntad, y el hombre dominó al hombre, el vencido hubo de servir al vencedor, el débil
fue esclavo del fuerte y la libertad fue eliminada del mundo, los hijos de Israel cayeron bajo la dominación de los egipcios
y sus vidas fueron amargas en tan dura esclavitud, y sus llantos llegaron hasta Dios -y Dios los oyó- y depositó en Egipto
en la humilde choza de Ham-Ram y Josabé la semilla de un Hombre destinado a llenar su corazón y su Espíritu con la Ley de Dios -los mandamientos-, y este Hombre se alzaría, <207>l solo,
contra el imperio. Ésta es la historia de Moisés, que con la ayuda de Yahavé liberó al pueblo de Israel. Existen muchas
historias axiomáticas del desafío contra toda lógica, ahora se debe tomar conciencia de los comportamientos, alternativas
y metodologías. Los distintos ámbitos sociales que tienen acceso a la prensa escrita, y a la información en general, son
en alguna medida responsables de que no vuelva la ignominia. Mujeres y hombres de esta Nación deben terminar con el estado
de inacción, y simulación, la frivolidad del parentesco o amistad con muchos de los pequeños y los grandes déspotas. No se
puede pensar en el qué "me conviene", sino en quién hará una gestión patriótica por su vocación de servicio para el bien común.
Ahora hace falta la gesta concreta, pensar, pero actuando. Decía el Apóstol San Juan: "...El que dice: Amo a Dios, y no ama
a su hermano, es un mentiroso. ¿Cómo puede amar a Dios, a quien no ve, el que no ama a su hermano, a quien ve? <207>ste
es el mandamiento que hemos recibido de él: el que ama a Dios debe amar también a su hermano...".(1 Jn 4; 20 y 21). Este concepto
está demasiado claro, para ver en cada desposeído esta nítida concepción. Tiene que llegar un impulso a cada uno de nosotros,
¿o no corre sangre por nuestras venas? La injusticia debe hacer que arda, sentir una fuerza superior en cada espíritu para
la unión de todos; en la casa, en los clubes, en las oficinas, en las calles, en las plazas, en cada lugar hay posibilidades
de exponer la gran unidad y con un esfuerzo tan real como bravío nos opondremos a la injusticia que reinó por años; cuando
observemos a un niño, a un anciano, a una mujer mendiga, pensemos que a estos seres humanos sus gobernantes no los educaron
como debían para vivir en la pobreza, pero con dignidad, enseñarles cómo buscar el sustento en el trabajo por humilde que
éste fuera, criar sus animalitos, plantar en el fondo de sus casas hortalizas. ¡No!, se les enseñó para que pidieran y así
hacerlos esclavos del poder para que jamás se liberaran del yugo satánico del dador de alimentos, del dueño de su futuro y
de toda la familia. Si realmente y no formalmente creen en Dios, no tengan miedo. <207>l dio la vida por nosotros,
y al cumplir con la misión, podemos alcanzar a considerarnos dignos hijos, cuando luchemos contra la injusticia y así alcanzar
un nivel espiritual que sí depende de cada uno: el saber que hemos cumplido, y así llegará la ansiada paz interior. Santa
Teresa de Jesús, amada por Dios como pocos, oprimida por el peso de la cruz, un día, en éxtasis, conversando con el Señor,
le habla de sus cruces y el Señor le contesta: "A los que amo así los pruebo". El misterio del dolor es un misterio insondable
para el hombre, sólo en la eternidad nosotros conoceremos todo el amor de Dios; cuantas más gracias quiere derramar en ese
corazón, más fuerte va a hacer sentir el peso de la cruz, hace al elegido a su misma hechura divina, sólo de esta manera podemos
entender el misterio de los místicos en la historia de toda la Iglesia,
desde San Pablo hasta los últimos que recogerán el final del mundo. Cuando leía a Santa Teresa, creí encontrar en esta
concepción, no fácil de explicar porque hay tramos netamente metafísicos, y todo en este terreno se puede diferir en el valor
interpretativo, la "gracia" de Dios, el destino de parte de la humanidad, y entre los varios países que padecen, nuestra patria
Argentina. Ahora debemos ayudar con nuestra redención a que resucite, pero ello es misión de todos y no de unos pocos. El
compromiso prioritario de los futuros gobernantes, y por ello la prueba de ser invitados a consulta pública, sus antecedentes
serán la realidad de la resurrección o muerte eterna. Tengamos muy claro que existe ese adagio de "que cada pueblo tiene
el gobernante que se merece", esto no es así, porque mintieron y frustraron las esperanzas, tengamos claro que ahora nuevamente
se elegirá a los candidatos, no permitamos más que sean engendros políticos y veamos claramente quién goza de prestigio y
honor. De lo contrario, no servirá esta oportunidad de cambio que se presenta para la verdadera resurrección. El hombre
no puede vivir sin esperanza: su vida, condenada a la insignificancia, se convertiría en insoportable. Pero esta esperanza
es debilitada, atacada y destruida cada día por muchas formas de sufrimiento, de angustia y de muerte que atraviesan el corazón
de muchos. No podemos evitar hacernos cargo de este desafío. ¡Que el Espíritu de Dios, que vence sobre toda desesperación,
nos haga compartir la "compasión" de Jesús hacia la multitud que no tiene pastor (cf. Mc 6, 34); nos acompañe y nos apoye
cuando tomemos parte, en las dificultades y dramas de tantos hombres y mujeres, carentes de salud, de instrucción, de trabajo,
de casa, e ignorados y pisoteados en sus derechos fundamentales a la vida, la igualdad, la libertad y la paz! "El hombre
de honor es veraz, no falta a su palabra, no viola la religión del juramento; ama lo verdadero y lo justo; es caritativo y
benéfico. El hombre de honor no prevarica, tiene rectitud y probidad, no vende sus favores cuando se halla elevado en dignidad.
No hay honor ni virtud sin sacrificio; ni habrá lugar al sacrificio permaneciendo en la inacción. El que no obra cuando el
honor lo llama, no merece el título de hombre. El que no obra cuando la patria está en peligro, no merece ser hombre ni ciudadano".(2)
Notas 1- Cuando Abu Abd Allah (Boabdil) el último califa capituló en Granada,
fue enviado al destierro llorando tristemente. Entonces, su bravía madre, Fátima, le reprochó con la famosa frase que titula
esta nota. (2) Esteban Echeverría, Cap. V, pasaje 7.
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