Los grandes peligros de la Patria han de producir
aquellos raros genios que harán época en los anales de la posteridad, y verán representar papeles importantes en el teatro
del mundo. Sus mismas convulsiones dan crédito a las Naciones, distinguiéndose cada una en la medida de los acontecimientos.
Sin los peligros que experimentó la inmortal Roma, nunca se hubiesen conocido las virtudes de Mucio Scevola, y de Horacio
Cóctes. El triunfo de esta suerte de sucesos es el crisol donde se conocen y se analizan los espíritus del ser humano, y sus
fervientes alientos son los inciensos que se tributan en el altar de la Nación. Les decía un sabio: “Jóvenes
son quienes no tienen complicidad con el pasado. La serena confianza de un Ideal, convierte su palabra en sentencia y su deseo
en imperio. Cuando saben querer, se allanan a su voluntad las cumbres más vetustas. Savia renovadora de los pueblos, ignora
la esclavitud de la rutina y no soportan la coyunda de la tradición. Sólo sus ojos pueden mirar hacia el amanecer, sin remordimiento.
Cada vez que una generación envejece y reemplaza su ideario por bastardeados apetitos, la vida pública se abisma en la inmoralidad
y en la violencia. En esa hora deben los jóvenes empuñar la antorcha y pronunciar el Verbo: su misión renovar el mundo moral
y en ellos ponen su esperanza los pueblos que anhelan ensanchar los cimientos de la justicia. Libres de dogmatismos, pensando
en una humanidad mejor, pueden aumentar parte de la felicidad común y disminuir el lote de comunes sufrimientos...”
Ahora aparece visible un pequeño foco de pestilente cepa, de cuyo escarnio atraviesa los pliegues del corazón más duro.
Nuestra fe y razón se niega rotundamente a entender y aceptar que un grupo de muchachos y muchachas dirigentes universitarios,
corrompidos por el poder de la dirigencia mayor hagan pedazos los sueños de cualquier ciudadano que ama a su Patria, porque
corromper a la juventud, es infectar de todo los males el futuro. Atacaron a las entrañas más puras de la República, violaron
sin importarles el crimen que cometían. No es posible aceptar esto que cambia dramáticamente la concepción de corrupción,
por la de crimen de lesa humanidad. La perfidia marca la intensidad por ser jóvenes instruidos, preparados de antemano
por sus estudios que les permite saber muy bien qué es lo que hacen. No es en las infinitas listas de la dirigencia un simple
acto de corrupción más. ¡No! Es un hecho criminal sacarles la pequeña porción de sustento a un niño, a una mujer embarazada,
o a un anciano, que necesitan “alimentarse”. El frío y el hambre son demasiado duros para ser entendidos por ruines
y camanduleros ¿Y todo esto es para “hacer política”? Palabra que envilecen sus acciones bastardas. Seguramente
la mayoría de los jóvenes necesita dinero, eso es sabido, pero esto es salir a matar, y no se puede juzgar como una acción
intrascendente o la simple justificación de la corta edad. A la juventud no se la envilece, se la conduce, se la instruye,
se la ama, se la respeta, se la admira. No permitamos que la infección convierta en gangrena a los pilares más importantes
del mañana. Cualquier ser humano que encuentre a novicios drogados, percibe un extraño sentimiento de dolor, porque la
mayoría de ellos fueron inducidos a consumirla. La falta de amor, la ocupación de los mayores para lograr ingresos, la incomprensión
de los grandes, también la rebeldía de ustedes en algunos casos ha sido mala consejera para su porvenir, la crisis económica
va estampando en la fiera delincuencia precoz acciones que hacen perder nuestra capacidad de asombro. Quienes transgreden
los principios fundamentales son universitarios, a su vez dirigentes estudiantiles, mañana hombres políticos, personas que
pretenden conducir el futuro de la Patria, peligroso y cobarde sería callar, estaríamos encubriéndolos. Pasó a transferir
parte de las responsabilidades al sistema imperante, es decir, el capitalismo salvaje, que manipulándolos desde niños
va masacrando sus valores morales utilizando métodos subliminales, como directos en los medios de comunicación, fomentando
que el éxito radica en los bienes materiales, y aquel que piensa en la moral como el honor es un anticuado. No pedimos que
sean santos, sólo hombres de bien. Veo un paralelismo entre el juicio
a Sócrates y la actualidad. Lo juzgaron por impío y corruptor de jóvenes, cuando él sólo pretendió la grandeza de su tierra.
Muchachos, no se vayan de su Patria, no emigren,
no escapen a la dura realidad del presente queda mucho por pelear. En ustedes está la esperanza.
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